Querid@s lector@s, hoy os traigo a una nueva autora que seguro dará mucho que hablar, R.G. Molina.
Una autora novel en cuanto a la publicación, pero que lleva muchísimos años escribiendo, y que emprende su camino en la literatura con esta su primera novela, La promesa de Elena, que ya podéis encontrar en Amazon tanto en digital como papel.
Hoy conoceremos un poco de ella y su trabajo, y disfrutaremos del primer capítulo de su ópera prima.
¿Os apetece? ¡Vamos allá!
¿Quién es R.G. Molina?:
BIO
R.G. Molina, nació en septiembre de 1966 en Madrid, siempre se interesó por cualquier tema relacionado con el arte, de hecho, ganó varios concursos locales de pintura y de poesía llegando incluso a publicar alguna.
Durante cinco años vivió en Alicante, ciudad por la que siente especial predilección. Posteriormente, por circunstancias de la vida se trasladó de nuevo a Madrid, ciudad en donde reside.
Fueron aquellas mismas circunstancias las que le hicieron abandonar durante muchos años sus dos grandes pasiones: La pintura y la escritura.
Hace tan sólo unos meses, conoció a una persona que leyendo alguna de sus novelas, le animó a volver a retomar un camino que tenía aparcado.
Gracias a su gran profesionalidad y a su tesón, decidió lanzarse a publicar bajo seudónimo, algunas de las novelas que habían pasado hasta veinte años escondidas y perdidas en un cajón.
Casualidades de la vida, justamente la primera publicada: La Promesa de Elena fue creada en ese retorno a las letras.
Le gusta casi cualquier tema pero eso sí, no le gusta escribir por obligación, sino por inspiración.
Sus escritores preferidos van desde Federico García Lorca y Gustavo Adolfo Bécquer a Ken Follet o Isabel Allende. Para ella no existen modas ni estilos: el arte es arte en cualquiera de sus formas y contenidos, y aquel que consigue transmitir algo con su obra: es un artista.
Dónde seguirle:
La vida de Elena da un giro inesperado en la Navidad de 2007 cuando el destino hace que tropiece con Nicolae, un joven rumano en busca de un futuro mejor.
Conocerle hace que se vea involucrada en una serie de acontecimientos en los que ambos son protagonistas forzosos de una historia que les convierte en víctimas de una mafia organizada.
48 horas bastarán para cambiar sus vidas para siempre.
¿Cumplirá Elena la promesa que le hizo?
Dónde comprar la novela:
Leamos el comienzo de esta novela:
Nochebuena
Pablo abrió el portón de la casa y metió el coche por el camino asfaltado de acceso. Observó a la derecha el magnífico jardín que su madre tenía en aquel tramo, siempre estaba perfectamente cuidado aunque se empeñaba en hacerlo ella misma. No entendía como no contrataba un jardinero, era demasiado trabajo para una mujer sola pero a pesar de que se lo había aconsejado en muchas ocasiones nunca le hacía caso, ni siquiera él podía tocar nada de aquella especie de mausoleo natural.
Las rosas eran su flor preferida y estaba plagado de rosales aunque ahora, con el frío que hacía en esta época del año no tenían flores pero aún así, estaban cuidadosamente arreglados.
Su mujer le acompañaba, iba sentada en el asiento de atrás junto a la sillita de su pequeño, un bebé de apenas once meses que dormía plácidamente y que hacía las delicias de su abuela.
—No sé porque se sigue empeñando en vivir aquí sola.
—Tienes que respetar su vida, ella nunca te dice cómo debes de vivir tú.
—Ya, pero es que aún es joven, debería salir por ahí, me preocupa, es socia de una empresa próspera en la que siempre ha trabajado, tiene dinero y ha pasado su vida viajando por el mundo y ahora…
—Quizás sea por eso cariño, tal vez está cansada de ir de un lado para otro.
—¿Pero por qué tiene que vivir aquí, en este viejo chalet que se cae a pedazos?, podría hacerlo en su bonito piso de Madrid o comprarse una bonita casa de campo si es que no quiere estar en la ciudad, pero aquí…
La muchacha se arrugó de hombros, si su suegra quería permanecer allí era su elección, sabía que su marido sentía verdadera pasión por su madre y ella también la adoraba, era una mujer encantadora y sumamente bella para sus más de cincuenta años. Pablo aparcó justo delante de la puerta.
—Este último año ha estado muy triste, parece que nada le interesa.
—Ya verás como estas Navidades serán distintas, está muy ilusionada con el niño.
En cuanto paró el motor, la puerta de la entrada se abrió y apareció su madre en el umbral, estaba magnífica, llevaba un precioso vestido de color azul que se le pegaba al cuerpo, era largo hasta los pies, sostenía en la mano una copa de vino blanco y sonreía con la cara totalmente iluminada por la felicidad.
—Ya están aquí mis chicos.
Pablo descendió del coche y abrió la puerta a su mujer.
—¡Vaya mami, estás radiante!
Ambos la besaron con cariño, estaba deliciosamente bella, se había cortado el pelo que había llevado durante años largo en una media melena ondulada que le favorecía. Su nuera la miraba con admiración.
—Es verdad Elena, ese corte te sienta pero que muy bien.
Ella rió abiertamente y miró hacia el coche con impaciencia.
—¿Dónde está mi niño?
—Ha venido durmiendo todo el camino.
Su nuera, a la que todos llamaban Bel abreviando su nombre de Belinda, volvió hacia el auto y sacó al pequeño, este lloriqueó un poco al principio sintiéndose molestado de su confortable sueño pero se calló en cuanto vio las lucecitas de colores con las que su abuela había decorado toda la entrada y su carita sonrosada comenzó a sonreír al ver a su abuela a la que inmediatamente lanzó los brazos para que le cogiera en ellos. Ella le pasó la copa que llevaba a su hijo y le cogió.
—Vaya, Nicolás, estás hecho todo un hombrecito.
El pequeño emitía alegres balbuceos y risitas cómplices dejándose abrazar y besar por aquella mujer a la que llamaba Tata.
—Vamos adentro, aquí hace frío.
Entraron los tres, la casa sí que había sido reformada en su interior, tenía calefacción por todos los rincones además de una preciosa chimenea que estaba encendida en el salón, todo el suelo era de madera y Elena solía caminar descalza por él. Pablo observó el enorme árbol que su madre había colocado en el salón y que llegaba casi hasta el techo, era un abeto natural y estaba repleto de adornos navideños, al pie se hallaban colocados numerosos paquetes envueltos en papel de regalo, Pablo se volvió hacia ella.
—¡Está precioso!
—¿Pensaste que no iba a poner adornos en la primera Navidad de mi nieto?
Nunca anteriormente lo había hecho, no parecían gustarle nada aquellas fiestas, quizás sí al principio, siendo él muy pequeño, pero recordaba que cuando tenía unos diez años comenzó a observar que su madre odiaba todo aquello, aunque disimulaba ante él, sabía que no le gustaba, la había oído llorar por las noches y eso había hecho que tampoco le gustaran a él. Ahora, admirando todo aquello y viendo el rostro feliz de su madre sintió que el haber tenido a su hijo le había devuelto a ella una felicidad que tal vez había perdido en algún momento de su vida.
—Tomemos una copa y brindemos antes de la cena.
—Yo la prepararé, ¿qué quieres beber tú, Bel?
—Tomaré del vino que está bebiendo tu madre.
Elena llevó al niño hasta el árbol dejándole tocar con sus pequeñas y regordetas manitas todos aquellos adornos mientras Pablo se dirigía a la cocina. Sacó dos copas más y tomó la botella que se hallaba abierta en el frigorífico, miró a su alrededor y vio un suculento banquete. Su madre tenía todo perfectamente dispuesto sobre la mesa de madera que se hallaba justo en el centro de aquella cocina moderna decorada en tonos rojos y blancos. Volvió de nuevo al salón con las copas y la botella en las manos.
—¿Vendrá la prima Silvia?
Su madre se giró hacia él.
—Ya sabes que sí, hace años que cena con nosotros en esta noche.
Era cierto, durante años recordaba que ella y su marido Esteban, que además era el abogado de su madre, cenaban con ellos en Nochebuena. El chalet en el que se encontraban había sido propiedad de sus padres, Elena les hizo una muy generosa oferta por aquel caserón y Silvia les convenció para que se lo vendieran a su prima. Pablo nunca había entendido como pudo comprarles aquella casa.
—Será mejor que vayamos preparando la mesa del salón, estarán a punto de llegar y quiero tenerlo todo listo. Al parecer este año seremos uno más porque Enrique va a traer a una chica con la que mantiene una relación estable.
Enrique era el hijo del matrimonio de algo más de veinte años, estudiaba para abogado como su padre y era el orgullo de la prima Silvia, que lo adoraba.
—¡Vaya!, así es que el muchachito de cara angelical tiene novia.
Pablo quería mucho a aquel joven. Sería divertido tener a alguien más a la mesa, le daría un toque de novedad a una cena en la que su madre y Esteban siempre acababan hablando de negocios.
Bel ayudó a su suegra con los preparativos mientras Pablo se hacía cargo del niño que no paraba de tocarlo todo. Cuando la mesa estaba prácticamente lista oyeron un coche y su madre se dirigió corriendo a la entrada, parecía nerviosa y ese estado no le había pasado desapercibido a su hijo que la conocía como a la palma de su mano o al menos eso creía. Los invitados entraron y se produjeron los abrazos y saludos, Enrique presentó a su novia, una agradable jovencita de pelo negro corto y brillantes ojos azules, estudiaba también abogacía y se habían conocido en la Facultad de Derecho. Pablo observaba a su madre, pareció susurrar algo en el oído de Esteban y ambos se dirigieron hacia otra sala en la que Elena tenía un precioso despacho en el que había también otra gran chimenea que mantenía encendida.
Ambos desaparecieron por aquella puerta y su madre cerró tras de sí no sin antes dedicarle una sonrisa a su hijo que la miraba intrigado, anteriormente nunca se había encerrado a hablar con Esteban de aquella forma durante una cena familiar.
—Tengo que tratar unos temas con mi abogado, Pablo querido atiende mientras a nuestros invitados.
Silvia se dirigió hacia él y le cogió del brazo cariñosamente.
—Vamos cariño, tomemos una copa de vino, déjales con sus cosas. Ya sabes cómo son esos dos, se toman demasiado en serio su trabajo.
Prácticamente le arrastró hasta la mesa aunque él no podía dejar de mirar hacia aquella puerta. ¿Qué diablos tendría que hablar con Esteban?, nunca había tenido secretos en temas de trabajo con ninguno de los presentes.
Elena le hizo sentar en uno de los cómodos sillones y sirvió dos copas del coñac que sabía que tanto le gustaba y que guardaba en el pequeño mueble bar que tenía en una de las esquinas. Se sentó a su lado apoyando su mano suavemente sobre la rodilla de él.
—¿Entonces, está todo arreglado?
—Sí, querida. Lo he dispuesto todo para que no haya ningún problema.
—¡Han pasado tantos años!
—Me ha costado mucho tiempo y te va a costar una pequeña fortuna pero ahora, al fin, podrás cumplir tu juramento y descansar tranquila.
—¡Mi juramento!
Elena pareció sumirse por un momento en el pasado y los ojos se le llenaron de lágrimas.
—¡Vamos, vamos Elena! Creí que te alegrarías.
—Y lo hago, de verdad, lo que pasa es que siento nostalgia, todo esto me ha hecho recordar aquellos días. Estoy contenta de poder hacer al fin lo que me pidió pero tengo miedo al desplazamiento, es un poco como profanar su cuerpo.
—Solo son restos, ya no queda nada, su espíritu siempre estará a tu lado, tú le has mantenido vivo durante todos estos años.
—¿De verdad lo crees?, muchas noches me parecía escuchar pasos por la casa, era como si él deambulara por ella sin rumbo por eso te pedí que hicieras lo que has hecho y me consiguieras poder llevarle al lugar en el que me dijo que quería descansar.
Esteban la miró con cariño, a veces pensaba que aquella mujer estaba loca, loca de amor por alguien a quién apenas conoció.
—Escucha, todo se hará en el mayor de los secretos, no habrá complicaciones legales y por fin todos descansaremos tranquilos.
—Sí claro. ¿Has redactado mi testamento de nuevo?
—Tal y como me dijiste.
Esteban abrió el maletín que siempre llevaba consigo y sacó unos papeles que le tendió a ella.
—Solo tienes que firmarlos.
—Sé que Pablo se sentirá sorprendido de todo esto, por ello he estado escribiendo una declaración durante este último año que guardo en mi caja fuerte, quiero que se lo hagas llegar. Ahí le explico todo lo que pasó y la elección de mi última voluntad: descansar a su lado. Sé que le costará pero que no pondrá pegas al respecto.
—Elena, aún eres muy joven, pasarán muchos años antes de que…
Ella le miró con resignación.
—Me estoy muriendo Esteban, probablemente estas sean mis últimas Navidades entre vosotros.
Esteban la miró atónito, no podía ser verdad aquello. Ella le sonrió con dulzura.
—Nadie sabe nada y quiero que siga siendo así, el mes que viene partiré para Rumania como está planeado, tú me acompañarás para asegurarte de que todo salga según lo previsto. Después regresarás y le entregarás a mi hijo la declaración de la que te he hablado, le asesorarás y ayudarás en todo.
—No puedes hablar en serio.
—Muy en serio, estoy enferma desde hace un año y he rechazado la medicación y la ayuda que me ofrecían voluntariamente. Firmé un papel en el que eximía a mi médico de cualquier responsabilidad, aunque sí que acepté tomar drogas para soportar los dolores y que ninguno de vosotros lo notaseis, por ello te pedí que aceleraras todo. Me dieron un año de vida y se cumplirá en dos semanas, lo único que me mantiene viva es llevarle hasta allí y descansar a su lado.
—No puedes hacerme esto.
Esteban estaba petrificado, era demasiada responsabilidad que solo él lo supiera.
—Tú me lo debes, hice lo que hice siguiendo los consejos de Silvia que pensaba en tu bienestar en aquel momento. Ahora te pido que me devuelvas el favor.
—Ninguno de nosotros pedimos pasar lo que pasamos, no fue culpa de nadie.
—Tampoco lo fue suya, su familia jamás supo lo que le había ocurrido y eso es algo que tendré que asumir ante Dios si es que existe un Dios al que rendir cuentas. Ahora mi único deseo es que salgamos ahí fuera y pasemos la mejor noche de nuestra vida todos juntos, yo me siento feliz como no lo había sido durante los últimos veinte años. Seca tus lágrimas, he dedicado mi vida a mi hijo y sé que lo he hecho bien, dejó que eligiera el nombre de mi nieto y eso es algo que me llenó de alegría, ahora deberá entenderme y sé que lo hará.
Esteban la abrazó, la quería mucho, ella secó sus ojos con la palma de sus manos y se levantó con la misma dignidad de siempre, hubiera sido una gran dama de la interpretación. El hizo lo mismo y la siguió. Elena abrió la puerta del despacho sonriendo y avanzó por el salón como una diosa inmortal dirigiéndose a sus invitados, él la miraba con admiración. Jamás comprendió como una mujer así podía haber sufrido tanto por un amor con el que había compartido apenas unas horas, podría haber tenido a cualquier hombre que hubiera querido pero nunca lo hizo, se mantuvo fiel a un recuerdo. En ese momento supo que ella no moriría nunca porque había muerto el mismo día en que perdió a Nicolae y que ahora podría al fin reunirse con él.
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La próxima semana, en este mismo post, conoceremos otro de los capítulos de esta novela llamado Deseo. Gracias por unirte a la lectura de esta obra.
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Hola! Me paso por tu blog para avisarte de que te he nominado a un Tag en mi blog. Espero que te animes a hacerlo.
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