Elena,
la antigua heredera de la casa MacGowan, es una mujer fuerte a pesar de las quemaduras
sufridas durante la infancia que la mantienen alejada de la sociedad
victoriana. Cuando su tío le comunica que abandone su hogar comprenderá que su
vida se encamina al desastre. Pero sin dote ni un título jamás conseguirá un
esposo. Desesperada, reclamará sus derechos de nacimiento, aunque el resultado
es tan desalentador que al cruzar una calle no verá un carruaje que se acerca a
toda velocidad.
El
cochero es un hombre grosero y detestable. Un antiguo conde francés, llamado
Laramie Devereux, cuya tragedia personal ha marcado su existencia y del que se
rumorea que, gracias al contrabando de opio, ha obtenido una enorme fortuna. En
un arranque de furia el conde la juzgará como mujer y la hallará imperfecta a
causa de las quemaduras.
Sin
embargo, el destino y una partida de cartas los unirá de nuevo. Gracias a la
insensatez de su prima, Elena aprovechará el acusado desconocimiento de las
normas sociales de Laramie e ideará un plan para engañarle.
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