Callie Michaelson acogió al
herido y se entregó apasionadamente al hombre, sin renunciar a sus ideales
yanquis ni a la memoria del marido que había caído luchando contra los
rebeldes. Hasta que un día el eco de la violencia fratricida llegó a las
puertas de su granja y la obligó a traicionar a su enemigo.
Él juró vengarse y ella se esforzó por olvidarle, por borrar de su vida el recuerdo de aquellos días en los que la muerte y el odio parecían muy lejanos. Pero de noche Callie seguía oyendo las palabras de aquel coronel sureño a quien había cuidado y a quien había amado: «Volveré a buscarte»...
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