Hoy os traigo un nuevo relato, gracias a Clover, que como ella misma nos cuenta en su blog El cuaderno de Clover, es una escritora romántica empedernida y apasionada de las historias de amor, que escribe pequeñas historias para entretener. Te recomiendo visites su espacio y disfrutes de la gran cantidad de relatos que allí nos ofrece.
AROMA
I.ELLA
Brigid se encontraba preparando una taza
de café expreso para su cliente habitual. Cuando se cercioró que la
máquina estaba lista movió la maneta para que el líquido empezara a
fluir y poco a poco el café humeante llenó la pequeña taza de porcelana
marrón.
—Aquí tiene —le dijo a ese chico que
empezaba a resultarle habitual. Siempre pedía un café expreso a las tres
en punto, se sentaba en una mesa alejada junto a su portátil y se
pasaba dos horas en el local. Ella se preguntaba qué haría en ese
ordenador porque desde detrás de la barra no alcazaba a verlo.
—Gracias —le dijo con una sonrisa aceptando su taza.
Siempre era muy educado. Aunque cubría
su cabeza con una capucha, se mostraba agradable y afectuosos. En un
principio Brigid hubiera esperado un chico reservado o arrogante pero
desde el día que lo había visto sonreír le pareció amable. Tenía los
ojos marrones con unas negrísimas y largas pestañas que le llamaron
especialmente la atención escondidas bajo esas gafas de pasta negra que
usaba frente a su portátil. Como siempre llevaba una sudadera con la
capucha puesta no podía estar segura del color de su pelo, sospechaba
que sería negro.
—¿Necesita algo más? —le preguntó Brigid.
—Un sándwich de salmón, por favor —ese era su favorito, por lo general lo pedía siempre aunque el de atún también le gustaba.
Él le pagó el importe exacto y se
dirigió a su habitual mesa. Ella se quedó observándolo cómo dejaba su
bandeja en la mesa, se quitaba su mochila y sacaba su portátil gris que
lo conectó a una fuente de alimentación cercana y lo encendió. Así se
pasó esas dos horas tecleando enfrente de su ordenador. Ella lo espiaba
siempre que podía, le parecía alguien muy intrigante escondido tras esa
capucha oscura con sus gafas. Se preguntaba qué nombre tendría y qué
haría exactamente día tras día allí.
II. ÉL
Dagda se dirigía como cada tarde a esa
cafetería llamada Aroma. En realidad el café no le importaba, era cierto
que los sándwiches eran excelentes pero esa no era justificación
suficiente para que se pasase día tras día alimentándose a base de
salmón y atún. Aquello ya resultaba vergonzoso, se había pasado más de
un mes acudiendo a esa cafetería sólo para verla. Antes de entrar
siempre se aseguraba que estuviera, entonces sonreía y
entraba realizando su pedido. Ella siempre se mostraba adorable y
alegre, de hecho así era su propia naturaleza. Él no podía evitar
sonreírle al ver como se esforzaba en cada pedido. La primera vez que la
había visto le pareció preciosa, era una chica alta con una larga
melena castaña que siempre llevaba recogida en una trenza. Tenía unos
ojos castaños como el chocolate, muy grandes y expresivos. Siempre se
sonrojaba al atender a un nuevo cliente así que había supuesto que era
bastante vergonzosa. De hecho, ella siempre parecía inquieta, su tono de
vez era suave y muchas veces los clientes le hacían repetir lo que les
decía. Él sabía que se llamaba Brigid, un cartelito pegado en su
uniforme así lo indicaba, pero a esas alturas debería hacer algo, ya no
encontraba más excusas para pasarse dos horas diarias frente al
ordenador de esa pequeña cafetería, de hecho la conexión a internet allí
era horrible, debería afrontar la realidad y arriesgarse.
III. AMBOS
Brigid terminó su turno a las nueve en
punto, ese día había resultado agotador. Habían acudido bastantes
clientes todos con prisa y pidiendo cafés para llevar. Se despidió de
sus compañeros de trabajo y se dirigió hacia su casa. No le gustaba
demasiado andar a esas horas sola por la ciudad pero no tenía otra
opción. Su casa se encontraba cerca, lo suficiente como para no tener
que tomar el transporte público, tardaría más o menos quince minutos
andando.
Nada más emprender su camino a casa,
notó como alguien la estaba siguiendo. Al principio no le hizo caso pero
después de varios minutos siguiéndola empezó a alarmarse. Brigid tomó
la siguiente calle girando a la izquierda con la esperanza de
despistarlo, pero fuera quien fuera el extraño la siguió por su misma
ruta. Entonces rebuscó ansiosa en su bolso el teléfono móvil, siempre le
quedaría la llamada rápida de emergencias. Siguió andando a más
velocidad intentando mantener la calma, aunque lo que más deseaba en ese
momento era correr. En esos momentos Brigid notaba su corazón desbocado
al límite, con unas desesperadas ganas por llegar a su casa.
Por fin, después de unos minutos que le
parecieron eternos, se encontraba en la calle de su hogar y empezó a
buscar frenéticamente sus llaves para entrar lo más rápido posible al
vestíbulo. Escuchó el leve tintineo de un para de llaves en su bolso y
las sacó con urgencia. Ya no podía soportarlo más, arrancó a correr por
la calle dispuesta a encerrarse por fin en casa. Intentó abrir su puerta
con tan mala suerte que no logró meter bien la llave en la cerradura,
las manos le temblaban como locas y sentía su corazón a punto de
salírsele por la boca. Mierda, pensó, quiso patear esa maldita puerta hasta tirarla al suelo.
—Hola —escuchó una voz masculina detrás suyo. En ese momento ella se heló.
Intentó meter la llave de nuevo para
abrir la puerta y dejar al desconocido fuera, pero sus manos seguían
temblando con tal intensidad que no logró encajar su llave en el
orificio. Brigid empezó a llorar asustada, de hecho al principio fueron
unos hipidos incontrolables. Sentía como tanta angustia y miedo le
oprimía el pecho. Quien fuera el monstruo que se encontraba tras ella le
tocó el brazo. Ella se apartó rápidamente gritando.
—¡No me toques!
—No quiero hacerte daño —le dijo la voz masculina.
Ella no lo creyó, un hombre siguiéndola a esas horas no pintaba nada bien. Llevaba una sudadera negra con una capucha, el típico delincuente acosador—.¿No me reconoces?
—No —le dijo fijándose mejor en él, pero
entonces Brigid enmudeció, claro que lo reconocía, era el chico de la
cafetería, el que cada tarde acudía con su portátil.
—Lo siento, no quise asustarte —le dijo
sonriéndole un poco. Tendió su mano para secarle una lágrima que se le
había escapado del rostro —.Soy una persona normal, ¿ves? —le dijo
sacándose la capucha.
Por primera vez Brigid pudo verle su
hermoso cabello. Ella tenía razón, su cabello era corto y completamente
negro. Se le veía guapo sin esa capucha tapándole el rostro. Como
además se había quitado sus gafas, sus ojos le brillaban intensamente
bajo una débil farola. Ella le sonrió tímida.
—Así me gusta —le dijo él. Brigid logró
tranquilizarse un poco empezando a sentir otra desconocida emoción
nerviosa —.Te preguntarás por qué te he seguido —le dijo algo incómodo.
Él tan solo se acercó a ella y la besó en el portal de su casa.
Al principio Brigid se sorprendió, no
supo qué hacía hasta que el calor de ese hombre empezó a llegarle. Lo
siguiente que notó fue la suavidad de sus labios, la forma tan delicada
de besarla como si pudiera romperla. Olía a una fragancia sutil pero
adictiva que le pareció que reflejaba su personalidad. Entonces él poco a
poco se apartó con ese torpe beso, completamente avergonzado y con las
mejillas algo encendidas por el calor. Ella imaginó que estaría igual,
aún sentía su cara húmeda e hirviendo.
—Ni siquiera sé tu nombre —le dijo ella absolutamente perdida.
—Me llamo Dagda.
—Yo Brigid.
—¿Puedo verte mañana en la cafetería? —le preguntó él sin atreverse a mirarla.
—Claro.
—Hasta mañana, entonces —él se colocó su
capucha negra de nuevo y empezó a andar por la calle. Brigid se quedó
fijamente mirándolo mientras se perdía en la calle. Se tocó sus labios
aún calientes con sus manos y se preguntó qué esperaría de ella. Le
había gusta mucho ese beso y le gustaba mucho más ese chico, Dagda,
había dicho que se llamaba. Sacó sus llaves de nuevo y ahora al fin pudo
abrir su puerta, se alegraba completamente de haberla mantenido cerrada
si eso significaba haberlo conocido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Opina, comenta, comparte!