Londres, 1760. Para Jamie Fraser, prisionero de Guerra puesto en libertad condicional, la vida no podía ser peor: no está cortando caña de azúcar en las Indias Orientales y tampoco está lo bastante cerca del hijo al que no puede reclamar como suyo. Pero la tranquila existencia de Jamie Fraser se está viniendo abajo, interrumpida por sueños de su esposa perdida y más tarde por la aparición de Tobbias Quinn, un antiguo camarada.
Como muchos de los jacobitas que no están muertos o en prisión, Quinn sigue viviendo y respirando por la causa. Su último plan implica una antigua reliquia que unirá de nuevo a los irlandeses. Jamie no quiere ni oír hablar de nada de eso; ha renegado de la política, la lucha y la guerra. Hasta que lord John Grey aparece con un llamamiento que le alejará de todo cuanto ama una vez más.
Lord John Grey, aristócrata, soldado y espía ocasional, se encuentra en posesión de un fajo de peligroso documentos que desvelan un crítico caso de corrupción contra un oficial británico. Pero también apuntan a un peligro más insidioso. El tiempo es crucial mientras la investigación le lleva a Irlanda, con un desconcertante mensaje en gaélico, la lengua de los escoceses de las Tierras Altas. Lord John reconoce el lenguaje demasiado bien gracias al tiempo que pasó como gobernador de la prisión de Ardsmuir, cuando estaba repleta de prisioneros jacobitas, incluyendo a un tal Jamie Fraser.
Pronto lord John y Jamie se convierten en reacios compañeros de camino a Irlanda, un país cuyos oscuros castillos guardan temibles secretos y en cuyas ciénagas se esconden los huesos de los muertos.
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