Dos monjes irrumpen en la monotonía de un poblado acostumbrado a esperar
la batalla que nunca llega. Estamos en la España medieval, y la lucha
contra el enemigo musulmán es inminente y constante a la vez: una tensa
calma que solo se ve quebrada por las escaramuzas violentas entre
cristianos y sarracenos.
Los monjes arriban con un pedido de auxilio: que Brunegilda, hija de
una prominente familia del poblado, sea rescatada del enemigo infiel
que ha tomado el lejano castillo donde vive retirada y de donde los
religiosos han escapado casi por milagro.
Las miradas ansiosas e implorantes se dirigen a Colás, el jefe de
los guerreros de su gente, un soldado aguerrido e incansable, leal y
diestro con la espada. Sin embargo, el orgullo del guerrero comienza a
debatirse entre dos opciones que no lo contentan: cumplir con el deber y
rescatar a la muchacha, o pagar con la desobediencia las afrentas que
la familia de la joven ha tenido contra sus padres. Disconforme y a
regañadientes, acepta la misión y urde el plan de la venganza contra
Brunegilda para cobrar la sangre derramada de su propia familia.
Sin embargo, el guerrero no cuenta con la belleza de la muchacha, ni
con las sensaciones que despierta en él, ni con la cruel batalla que
comienza a desatarse dentro suyo desde el momento en que la ve: la lucha
entre el honor y el deseo.
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