Chist, chist… Sí, a ti que estás leyendo estas líneas. Soy Didie,
musa de profesión y con grandes éxitos en mi carrera. Me encanta poner
del revés la vida de los acogidos que cuidadosamente selecciono; sí, sí,
los elijo yo, y esta es una de mis normas más inquebrantables. Otra es
que tienen que hacer todo lo que yo les pida, porque las musas somos así
de caprichosas. Es la parte más divertida de mi trabajo. Si vieras cómo
me miran al escuchar alguno de mis encargos… Y la última es que está
prohibido enamorarse de mí. A veces mis acogidos se confunden de
sentimiento por culpa del enorme influjo que causo sobre ellos, pero
hasta ahora no he tenido ningún problema en controlar la situación.
Es una profesión que recomiendo; no por su remuneración, sino por lo
emocionante que resulta descorchar la vida de los demás. Además, no
tengo más que calzarme unos tacones de varios centímetros de esperanza,
vestirme con tus mejores recuerdos, pintarme los labios de un intenso
color rojo-promesa… Y dar rienda suelta a la imaginación. Perdona, pero
ahora me tengo que ir porque he quedado en un ratito con William, mi
actual acogido.
Es escritor, mi especie favorita, y está muy, pero que muy, perdido.
La verdad es que se ha convertido en todo un reto, entre otras cosas
porque es un cabezota que pretende saltarse todas las normas; incluida
esa, sí. Pero yo no se lo permito porque las musas somos muy… Pues eso,
bastante… Para no exagerar, un poco… No sé cómo explicarlo. ¿Y tú?
¿Sabes de qué están hechas las musas?



No hay comentarios:
Publicar un comentario
Opina, comenta, comparte!