Nada podía salir mal. Todo estaba listo para el atentado: doscientos
cincuenta gramos de amonal; un avión con trescientos treinta y dos
pasajeros; un hombre dispuesto a hacerse estallar en pleno vuelo por su
patria… Solo un detalle no estaba dentro del plan previsto… ¡Que el
terrorista suicida se enamorase y se hiciese amigo de sus futuras
víctimas!
Todo empieza cuando el vuelo donde Slatan iba a inmolarse se cancela
por una tormenta de nieve. A partir de ahí, el terrorista suicida se ve
obligado a convivir en un hotel de montaña con sus futuras víctimas
hasta que la tormenta amaine y puedan volver a embarcar. Pero esos tres
días se convertirán en un infierno para el asesino: le tocará hacer de
canguro de unos niños, cantar en un karaoke, conocer a su mejor amigo y
enamorarse perdidamente de una chica.
…Y es que lo peor que le puede pasar a un terrorista suicida… es encontrarse cara a cara con la felicidad y la vida.



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